Tras el cristal

Con frecuencia, los recuerdos se pasean caprichosamente, vaporosos y escurridizos, inmiscuyendose en el presente, para, acto seguido, desaparecer entre los vericuetos de la memoria. Un dia, se te cruzan en el camino y decides retenerlos, pero huyen como los fantasmas cuando amanece; unicamente, sus peores enemigos, la tinta y el papel, son diestros en su caza y captura, acorralandolos contra el papel, como si fuesen delincuentes; pero, nada mas lejos de la realidad, son debiles y delicados y como tal, hay que tratarlos; estan finamente envueltos con las capas de la vida y, estas, deben quitarse, poquito a poco, con cuidado, para no danar su preciado contenido: un bebedizo embriagador, que te transporta etereamente al desvan de la memoria. Deambulas perdida, entre las sombras del tiempo, buscando, recabando, hurgando cualquier dato, por pequeno que sea, hasta vislumbrar algun indicio que te esclarezca las ideas. A partir de ahora, le cedes el turno a la palabra escrita, que se encargara de dar una bocanada de aire fresco a un ambiente enmohecido; arrastrando, a su vez, telaranas y polvo acumulado por los anos transcurridos; una calida luz se abre camino por las claraboyas del desvan de los recuerdos. De pronto, todo comienza a cobrar coherencia; son paquetitos apilados, cuyo contenido puede hacerte sonreir o, tal vez, llorar; son los capitulos de la vida, los cimientos de nuestra existencia, la pauta que ha marcado nuestro devenir. Las palabras, los matices y el aura que te rodea, mientras escribes, te devuelven, en un acto casi misericordioso, las piezas perdidas del puzle que es la vida. Todas las piezas encajan y es cuando te das cuenta del porque no podrias haber sido de otra forma; eres asi, porque los recuerdos estan ahi, ahi debajo, son las raices del arbol de la vida.